domingo, 1 de agosto de 2010

Divagación

Han pasado minutos, horas, días, semanas... mi pensamiento no hace más que vagabundear y mendigar sobras de palabras medianamente coherentes, acertadas y aceptadas para cumplir con lo que debo hacer, lo que debería hacer, pero nada llega a mi cabeza. No sé si será aquel brillo en mis ojos -que tanto ayer notaron- o la causa de aquél que me tiene medio embobada, o quizá sea el frío, el tiempo, el mundo, la vida.
Quisiera cristalizar tantas cosas y objetivar todo lo que me voltea la cabeza y la voluntad, quisiera poseer un par de momentos, quisiera oír/ver/tocar esos momentos: una risa sutil, una persona amable, una mano nerviosa, una conversación sencilla. Quisiera tener acá esa fugacidad, esa indomabilidad, esa irreverencia espontánea y dulce.
No he podido concentrarme en algo que no sean aquellas veredas, esas sonrisas, esas personas e incluso el vapor... definitivamente todo aparece en cada momento, en cada lugar, en cada objeto; es como si conspirase el mundo para que te recuerde. Y por cada vez que estás aquí, que te encuentro aquí, frente a mis ojos, en esta pantalla, olvido el deber y el porqué.
Tampoco he caído en el absurdo, al menos eso creo, pero me pregunto tantas cosas de este ayer. Preguntas que se vuelven imaginación alocada y desbocada... tanta que quisiera no poder elucubrar este sin fin de versiones un tanto irracionales.
Sin embargo, al final de todo siempre llego al inicio de lo mismo... tú por allá, yo por acá. Un par de sueños compartidos, un par de miradas encontradas, un par de palabras cruzadas, un par de abrazos sentidos. Quizá algo cambie, quizá nada lo haga, mientras tanto el deber me llama, ese que he rehuido todo el día y toda esta casi-vida.

No hay comentarios.: