Varios días se han sucedido desde que mi última aparición se cosificó, mientras el vaivén del reloj no hace más que provocar la duda del hoy y el ahora. La soledad anhelada y perseguida está acostada en la misma cama en la que escribo, mientras la estructura tembló a los pies de una jovencita con sólo ansias de volar; sentí la felicidad de sentirme feliz, aunque mis preguntas no encuentren respuestas; me entregué a vivir mi corazón, mi ánimo, mi candor.
Quise escribir este ayer, pero al final la temporalidad de los momentos no provoca más que la pérdida del tiempo. Pero, después de todo, el sol que brilló hoy me rescató del aletargamiento propio del deber, luego una sonrisa fácil me escuchó divagar sobre la vida y el aire propio del equinoccio me devolvió la respiración.
Soy de fácil contención, de fácil esplendor, de fácil rubor, pero por sobre todo, de fácil emoción. Vi una mariposa muerta bajo mi rueda de bicicleta, a mi padre igual que siempre, mi familia revoltosa como es de costumbre, mi reafirmación de autonomía y mi satisfacción por 7 horas de sueño próximo...
Debo reconocer que me siento a gusto, plena y vital, con ganas de más, de tener al universo junto a mí, siendo yo nuevamente parte de él, y él de mí. Quiero re-conocerme y re-vivir, re-encontrarme... al fin.
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