
Se acabaron las galletas y nada podía mantenernos ahí, los minutos continuaban avanzando y la inminente llegada de las 3 AM pronosticaban que la cama necesitaba compañía. Hace rato ya que las redes se habían desocupado, sólo bastaba recostarse.
No podía soñar, mis paredes se tambaleaban, mientras crecían y amorfamente se modificaban. Mi cuerpo estaba sobreexcitado, mi atención se dirigía a cada poro de mi ser. Un leve cosquilleo, una caricia, un gran suspiro. Mi columna se contraía, estaba en un permanente estado de éxtasis, con una sensación de que no acabaría jamás; fue corto, muy disimil si lo comparamos, pero intenso.
Mi cabeza cansada giró en la almohada, las imágenes repletas de colores, puntos y formas se sucedían. Las reconocía, todas eran parte de mi vida. Seguían avanzando, se repetían, cambiaban los colores y mi cabeza intentaba engañarme y hacerme creer que eran diferentes, pero eran las mismas; intentaba decirme que eran recuerdos infantiles, pero no lo sé. Eran muchas imágenes, mi cabeza quería controlarme y hacerme creer todo, yo siento que era así pero veo que nada más me hace confiar.
Aún sigo creyendo que son mías, tienen que ser mías. Pero no sé si fue mi cabeza la que me confundía o si las reconocía.
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