Desde la cama me renové, el atado de miedos y aprehensiones que sentía se fueron enredando en las sábanas, entre mis piernas, hasta mis ojos, mi boca, mis manos. Estallé, luego olvidé lo que me había llevado hasta ese instante, y también los detalles; éramos la conjunción, el techo, yo; la seriedad de la muerte, tan divina y terrenal, el cenit.
Y me transformé; sin dudas, sin certezas, avancé. Quebré mis esquemas, jugué al desapego y gané.
Pero no nos confundamos: inundas ambas vertientes, pero tus adverbios cambian según cambio yo, aun cuando sigo definiéndote intensamente. Tampoco me engaño, la idea de ceder mis descubrimientos es más que un quizás si de ti se trata, pero no me desvivo, sólo vivo.
Así me puedo parar frente a ti, sin más que una pregunta: nos volveremos a encontrar? Mi cuerpo y tu abrazo eterno, mis labios y tu beso sediento, mis ojos y tu mirada indescifrable.
Te sigo queriendo como más que un quizás y mientras nos deshacemos de los nudos, he de esperar hasta que llegue el momento perfecto, que seas libre, que seas feliz. Decidí no jugar más por ti, esperando por ti.
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