Mientras las vueltas de la rueda seguían su camino, nada importaba, a nadie le importaba. Llueve en las calles y puedo gritar, quizás llorar, también cantar y a nadie le importará. Todos se esconden en sus casas, esperando el cese. Pedaleo disfrutando la insignificancia de estar ahí, así. El agua moja mi cabeza, mis manos, mis piernas y algo parecido a la libertad se apodera de mi ser. Ellos temen ver, por eso callan, mientras yo voy por los lugares que abandonaron.
Una hoja en blanco continúa.
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