
Tomó su transporte, subió su bolso con gran barullo y complejidad, y mientras avanzaba por el pasillo notó que el sujeto que aún estaba abajo, esperando algo más, la miraba, como diciéndole "hola" y "adiós", como pidiéndole que regresara, como esperando que algo cambiara.
Ella sólo sonrió, sus mejillas sintieron subir el calor y se sentó, el vehículo se movió y ahí permaneció, inmóvil y sonrojada. Luego, la imagen de él se repitió en su mente, se arrepentía cada minuto del trayecto no haberse vuelto hacia él, no haber preguntado su nombre, no haber deseado nada más que ese ideal; se arrepentía de haberse contentado tan solo con esa mirada, el haberse satisfecho con la mediocridad de un suspiro, el haber asumido que era ese momento y nada más, una ilusión, una quimera, un sueño, una utopía.

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