domingo, 26 de diciembre de 2010

Encontrar.

Fueron simplemente unos segundos de risas sutiles a través vuestros iris; dos seres desconocidos entre sí que osaron conocerse en el momento en que ella debía partir. Calculo que una década los separaba, también mucha agua y varios nombres en su cama. Ella vaticinaba que él no era quien buscaba, tampoco quiso creer que él la miraba; mientras tanto él no decaía en su búsqueda de aquella mirada esperanzadora, de aquellos ojos café.

Tomó su transporte, subió su bolso con gran barullo y complejidad, y mientras avanzaba por el pasillo notó que el sujeto que aún estaba abajo, esperando algo más, la miraba, como diciéndole "hola" y "adiós", como pidiéndole que regresara, como esperando que algo cambiara.

Ella sólo sonrió, sus mejillas sintieron subir el calor y se sentó, el vehículo se movió y ahí permaneció, inmóvil y sonrojada. Luego, la imagen de él se repitió en su mente, se arrepentía cada minuto del trayecto no haberse vuelto hacia él, no haber preguntado su nombre, no haber deseado nada más que ese ideal; se arrepentía de haberse contentado tan solo con esa mirada, el haberse satisfecho con la mediocridad de un suspiro, el haber asumido que era ese momento y nada más, una ilusión, una quimera, un sueño, una utopía.

Se avergonzó de no haber reaccionado, de haberse imbuido en la noción de irrealidad, como si las fantasías fueran imposible, como si las personas sólo estuviesen ahí viendo pasar su vida, como si su vida fuera solo pasar. Se sintió triste por haber caído en ese juego, por haberse olvidado de luchar, de cambiar, de transformar, de vivir, de existir.

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