miércoles, 2 de junio de 2010
La madrugada de la búsqueda
Una necesidad de ser oído, de ser visto, de ser sentido. Quizás la sola necesidad de gritar, de decir, de expresar. Las vueltas del reloj sólo reafirman el hecho de que sólo la angustia es el valor de cambio, el precio a pagar. No duermo, no sueño, no vivo si no me pregunto por qué duermo, por qué sueño, por qué vivo. Polainas, oí. Vivir y dejar vivir, vivir y no sentir, es para mí. Los pecesitos dan vueltas, rememorando los últimos tres segundos de su vida, a cada paso deben darle un nuevo sentido a la vida, sentido que han de perder tres segundos después, sentido que han de buscar y luego volver a perder. A veces deseable, otras odiable. Es el tiempo también el que hace odiar aquello que se deseó, o desear lo que se odió. La búsqueda del sentido es una constante, la única búsqueda que siempre ha de seguir. Igual me perdí. Hoy veo personas pasar y me pregunto como sería si no fuera así. No quisiera estar así, ni tampoco como fuí. Hay algo al final de este pasillo a ratos oscuro. No conozco la dirección, la voy tanteando en el camino. A veces encuentro el sentido, a veces me pierdo otra vez. Pero vale la pena seguir caminando.
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